Desde el pasado miércoles más de 30.000 policías han sido movilizados en toda Alemania para proteger y vigilar los lugares de riesgo en el país; los aeropuertos, edificios públicos, embajadas, estaciones de ferrocarril e incluso los puestos fronterizos.
La sola presencia de los agentes inquieta y alarman a los ciudadanos de la capital alemana. Todos los edificios, como el simbólico edificio Reichstag en el que se encuentra el Parlamento Federal, los ministerios y los hoteles, están rodeados de policías armados con chalecos antibalas y rodeados por vallas.
Aunque el ministro de interior alemán intentase calmar a los ciudadanos el pasado jueves con declaraciones como: "Hay razones para estar preocupados, pero no para la histeria", la angustia y el malestar son cada vez más evidentes. La gente evita viajar en metro y la participación escolar ha disminuido considerablemente.
Se piensa que hasta que la amenaza quede totalmente aniquilada nada volverá a ser igual para la capital alemana.
Pimpilimpausa
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